Descubren biomarcadores que anticiparían la agresividad del cáncer de próstata

La detección de este nuevo biomarcador para el cáncer de próstata podría conducir a un mejor diagnóstico y tratamiento para los hombres que padecen la forma agresiva de esta enfermedad.

Gentileza del Garvan Institute of Medical Research

Científicos del Instituto Garvan de Investigación Médica, en Sidney, Australia, han descubierto nuevos biomarcadores para predecir formas más agresivas de cáncer de próstata.

Los biomarcadores se pueden usar en combinación con herramientas clínicas tradicionales para predecir si un hombre desarrollará una forma más metastásica y letal de la enfermedad, y podría ayudar a los médicos a desarrollar un mejor plan de tratamiento.

 

Herramienta necesaria

“Existe la necesidad de que los hombres con cáncer de próstata tengan tratamientos más personalizados guiados por la naturaleza de sus tumores, lo cual no puede lograrse sin nuevos biomarcadores que puedan predecir mejor el riesgo de desarrollar la forma letal de la enfermedad”, dice la profesora Susan Clark, directora del laboratorio de investigación epigenética de Garvan e investigadora principal del estudio.

El cáncer de próstata es, a nivel mundial, el segundo cáncer más común diagnosticado en hombres. Después del diagnóstico, alrededor del 50 % de los hombres desarrollarán cáncer metastásico durante su vida. Por lo general, la metástasis tarda 15 años o más en desarrollarse, pero un pequeño porcentaje de hombres desarrolla una forma metastásica letal mucho antes.

Por eso, al identificar a los pacientes que podrían desarrollar esta forma de cáncer de próstata en las primeras etapas, los médicos podrían comenzar tratamientos más agresivos antes.

 

Potencial

Este es uno de los estudios moleculares más completos y a largo plazo sobre la progresión del cáncer de próstata. La lenta progresión de la enfermedad dificulta el estudio de su biología.

El banco de biopsias mantenido durante los últimos 20 años en Garvan and St Vincent’s Hospital permitió a los investigadores analizar muestras de 185 hombres a quienes se les extirpó la próstata debido a un diagnóstico de cáncer de próstata en las décadas de 1990 y 2000. Luego, el equipo rastreó la cantidad de hombres que sobrevivieron y los que murieron a causa de la enfermedad, algunos más de 15 años después.

Los investigadores observaron sus genomas e identificaron 1420 regiones específicas del cáncer de próstata donde podían ver cambios epigenéticos: marcas en el ADN, conocidas como “metilación del ADN”. El proceso de metilación puede aumentar o disminuir la actividad de un gen sin alterar su secuencia, su estructura, como sí lo hace una mutación.

De esas regiones, se estudiaron más a fondo 18 genes, y uno se destacó como biomarcador clave: el gen CACNA2D4, que está involucrado en la regulación de los canales de calcio.

“Se sabe muy poco sobre este gen y normalmente no se perfila, por lo que realmente necesitamos comprender cómo el proceso de metilación puede suprimir la actividad del gen”, dice la Dra. Ruth Pidsley, también autora del estudio.

Los resultados del análisis del epigenoma no solo mostraron diferencias en los hombres que tenían formas letales y no letales de cáncer de próstata, sino que los biomarcadores también mejoraron las herramientas clínicas existentes para el pronóstico.

Los nuevos hallazgos brindan la esperanza de un camino hacia un tratamiento del cáncer más personalizado.

“Lo que realmente queremos saber el día en que se diagnostica a un paciente es quién tiene el potencial de desarrollar un cáncer de próstata letal y quién no, porque ello cambiará la forma en que se trata el cáncer”, dice la profesora Lisa Horvath, oncóloga e investigadora en Garvan, quien fue la líder clínica del estudio.

“Estos biomarcadores epigenéticos tienen el potencial de ayudarnos a determinar por adelantado quién tiene un cáncer de próstata letal y quién no”, dice.

Los próximos pasos son ampliar el estudio y determinar si los biomarcadores pueden detectarse en muestras de sangre en primera instancia.

El nuevo estudio se publica en la revista Clinical and Translational Medicine.